martes, 10 de febrero de 2009

Tarde burocrática ò como ahorcarse recostado


Sobre que puedo dejar constancia luego de una gran ausencia entre bits, ceros y unos, pues decidí que ahora me dejaría caer en esto del “blogueo” cada que pudiera, ya que si escribo cada vez que me pasa algo interesante me volvería loco de egocentrismo al traer mis aventuras con un cepillo de dientes, o la lucha con un par de luces intermitentes o el rescate de un hielo sobre una estero de coca cola: digo lo que sucede es que algo interesante, eso que se llama interés público deja de serlo, y solo a mí, el ego, del yo me parece digno. Sin embargo, de lo digno lo digo, es bonito.

Luego de esperar más de tres meses en el remanso de la tarde sudcaliforniana, en pleno invierno irritable, de ese que hace frio por la mañana y por la tarde un calor extenuante que anuncia su pesadez de meses próximos, por fin regresaron a clases los más de 5 mil alumnos que componen la plantilla de educandos universitarios en la autodenominada máxima casa de estudios.

Fue así, como la espera termino, luego de una periodo más largo que el de clases, ya que la tarde, (ese momento para continuar algunos con labores propias a la profesión, otros para dedicarle tiempo al cuerpo o a la familia), ahora que no acudía a prestar juramento al burocratismo más acendrado de 5 a 8 pm, me parecía vacía, tosca y despreciable. Caí en el juego de la tarde ociosa, me vi, jugando sin parar, salvo la lectura que me permitía regresar a un universo imaginario: me la vivía en universos paralelamente binarios. Deje la lectura a un lado, ni siquiera un Norman Mailer y sus tipos duros no me rescataron de ese periodo de ocio tecnológico. De 5 a 8 me convertí durante más de dos meses en un tecno adicto.

Y no es que sea un informático empedernido, ni mucho menos, sino que desde que la tarde se convirtió en un tiempo que se diluye como tinta “gasolinada”, pues me deje diluir por un disolvente tan llamativo con todo y su olor peculiar como la laptop, el Xbox, el MSN, el Dvd y porque no una siesta bautizada de ronquidos; del rescate mediático pase arrinconado al dependiente de contenidos morbosos y vacios. Me di cuenta otra vez, ya lo había evidenciado al dar unas clases en semestres pasados que las teorías sobre los análisis de medios eran ciertas, y lo terrible: yo era un sujeto testable y rentable de estas teorías, no le dije a nadie y como que en cierta medida esta es mi confesión.

Dejo aquí mi confesión para pasar a la narrativa mas científica, fundamentada o mamona, como la quieran llamar, pero me puse a estudiar las materias solo un par de días antes, me atrapaba la sensación tardada, (por la tarde no por su dilación en mi agenda personal) de dejar los apuntas para un luego, y me proponía a sumar puntos en mi propio salón de la fama mediocre e invisible, compuesto de colores llamativos pero invisible al fin de cuentas, que raro, hasta hoy, que deje mis puntos caducos ya, para que se empolven en un universo paralelo, que flota en algún lugar en el interior de una maldita Caja X.

No puedo creer que como el adicto, me haya dado cuenta de mi problema, ok, primer paso, lo reconozco segundo y busco ayuda, lo hice (el proceso de mi problema fue más rápido que una adicción real: ayuda a la lectura), aunque fue una ayuda intrapersonal, un alter ego comunista, tecnogino, neurótico y amante de la publicación escrita, espía y adicto al olor de guardado, filosofo tipo McDonald, sabinero o amoroso: un sin fin mas de detalles que hacen a mi alter ego un personaje fiel y que me quedo con ganas de traerlo a la realidad más seguido. Se acabaron las sesiones infinitas de charla, y que nunca fue charla de mensajes escritos fugazmente y de competencias inexistentes, dejo y salgo, camino y respiro aunque el ejercicio no es de mi entera confianza, mejor me quedo con un simple trecho al refrigerado o ya de plano apago con mis propias manos el televisor.

Me imaginaba que tan difícil será quitarse la vida a la vieja usanza del pasarse una cuerda por el cuello acostado en la cama, cuando me di cuenta de la irreverencia, irrelevancia y futilidad de la que estaba pasando en mi cabeza me di cuenta con felicidad de que el ratoncito se había puesto a trabajar, aunque inservible esa reflexión la dejare para otra ocasión, en vez de eso me pongo a terminar de completar los programas de asignatura.